Semana del Seminario

Nuestra diócesis comienza la Semana del Seminario, una iniciativa del Seminario Conciliar San Bartolomé para preparar el Día del Seminario de este año que se celebra el domingo 18 de marzo en toda España.

Siguiendo la línea marcada por la Comisión de Seminarios de la Conferencia Episcopal española, «Apóstoles para los jóvenes», nuestros seminaristas compartirán reflexiones, testimonios… en los que pondrían de manifiestos algunos aspectos de su vida: la vocación, la oración, su llamada a ser apóstoles entre sus amigos…


REFLEXIONES Y TESTIMONIOS

18 de marzo – El seminario

La formación que se adquiere en el seminario es integral. Se lleva a cabo la preparación del campo intelectual con estudios de dos años de filosofía y cuatro de teología, a la que hay que añadir la formación en el ámbito pastoral mediante la participación en comunidades parroquiales y la formación en la dimensión espiritual.

Cuando un joven es llamado por el Señor a ser sacerdote, entregando su vida en servicio a los demás, necesita una preparación para poder dar respuestas, crecer en la fe y prepararse para la misión a la que Dios le llama. El lugar a donde los jóvenes se dirigen al aceptar el seguimiento de Cristo y ser transformados en ministros suyos, es el seminario.

En el seminario se entra para vivir con el Señor, aprender de Él y se sale para darlo al mundo.

Es en el seminario donde los llamados al sacerdocio profundizan en la fe, en la oración y en la perseverancia, siendo la vida en el seminario, un continuo pulír de la persona, despojándose de lo innecesario, conociéndose a sí mismo y amando más a Cristo, configurándose con Él.

Rafael Galván, seminarista de 5º curso

17 de marzo – La primera semilla: La familia

“Jesusito de mi vida, eres Niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón: tómalo, Tuyo es y mío no”. Tal vez la primera oración de nuestra existencia, el primer recuerdo de una madre, junto a la cama, dedicándonos la enseñanza más importante para la vida de un hombre.

Y me preguntaba yo en aquellos comienzos: ¿Quién será ese Jesusito a quien mi madre pretende que regale el corazón? Sabiendo lo que ella me quiere, debe ser Alguien muy importante, pensaba… Después vino el Ave María, con lo cual, entrábamos ya en un terreno enormemente serio. Parecía que las piezas iban encajando.

Luego llegaba la elección de un colegio que fuera una prolongación de su intención como creyentes, la continuidad en una educación enraizada en los valores de la Iglesia. Y finalmente, la culminación de los sacramentos de iniciación cristiana con la “primera Comunión” y la “Confirmación”. Así, quedaban establecidos los cimientos firmes que sustentarían nuestro devenir.

De pronto, esos padres, preparados para ver triunfar a sus hijos con una buena profesión y muchos nietos, se topan con la vocación al sacerdocio… Vaya, se estropearon los planes… Pero no les quedaba otra respuesta sino la que dio la Virgen: “He aquí la Esclava del Señor, hágase en Mí según tu Palabra”.

¡Gracias papá! ¡Gracias mamá! ¡Gracias Jesús de mi vida!

Daniel Robledo Pérez, seminarista de 4º curso

16 de marzo – Sobre el discernimiento vocacional

Discernir es una palabra que oímos constantemente cuando nos hablan de la vocación, pero muy poco comprenderemos lo que esta implica si no damos a este término el sentido correcto. Podemos entender que significa pensar, reflexionar, considerar una idea. O podemos suponer que quiere decir elegir, escoger, decidir, tomar un camino. Resulta confuso, aunque es sencillo de comprender (aunque, por cierto, nada fácil de aceptar hasta las últimas consecuencias).

La vocación es eso, una llamada. El que recibe la vocación no se la otorga a sí mismo, sino que le viene dada -y esto es lo importante- por otro. La vocación no llega porque sea aquello para lo que estamos preparados, aquel modo de vida para el que somos válidos, aquella labor hacia la que sentimos una especial inclinación. Es, hablando claro, lo que Dios quiere. Dios llama no por deseo espontáneo, no por capricho, sino por profundo amor. Dios ya ha establecido el lugar que cada uno debería ocupar en el mundo para que se cumpliese en él su voluntad. Esto es lo que hay que saber para discernir.

Los problemas llegan cuando preguntamos: ¿por qué voy a darme yo mismo a una voluntad que no sea la mía? Bueno, es natural pensar esto. Pero sería también natural considerar que no es la nuestra la que tiene en cuenta todas las realidades y circunstancias posibles que nos han condicionado alguna vez, que nos rodean y que nos afectarán en el futuro. El que te ha llamado es quien sabe dónde has de estar, no para tu bienestar, sino para el cumplimiento de su voluntad movida solamente por un perfecto y personal amor por ti.

Por eso el discernimiento es, más que nada, libertad. Sólo ella cabe en las decisiones que vienen dadas por amor, y no será por amor si no nace de ella. El discernimiento es, primero, la llamada que en el amor se gesta y que en él se recibe. Tras mucha espera paciente, será también tu respuesta libre en el amor formada y al Amor correspondida.

Jesús Francisco Molina Fernández

15 de marzo – Cuando se acerca la ordenación sacerdotal

Me llamo Gabriel y estoy en sexto curso de mi formación en el Seminario de Cádiz, casi al término ya de esta etapa. Las fechas de cuaresma y la fiesta de San José siempre son ocasión de poner en segundo plano lo rutinario de nuestro día a día para ir a lo importante: la unión con Jesús para oír su voluntad, y la transmisión de Él a los demás por el apostolado. Trasladarnos a otro destino estos días para dar a conocer el Seminario nos permite no sólo comprobar que Cristo nos envía, sino que también allá donde vamos tenemos la gran suerte de que nos acogen en nombre de Cristo porque tenemos una gran casa que es la Iglesia. Al echar la vista atrás, no puedo separar en mi experiencia lo que he conocido de Jesús del papel que tiene mi iglesia particular como transmisora.

No habría perseverado en este camino si no fuera con la ayuda generosa de tantos buenos sacerdotes, amigos cristianos laicos y familiares que también han sido mi iglesia doméstica. Todos nosotros somos de una época en que se nos ha enseñado a decir: «Jesús tal vez sí, pero Iglesia no». A esto sólo puedo contestar que cuando vagas sin rumbo por la vida y Jesús viene a buscarte, nunca viene solo sino con su familia, de la cual quiere hacerte uno más. Ninguno de nosotros es autosuficiente en el combate que supone ir creciendo hasta la talla de Jesús, pero entre nuestra comunidad de hermanos está todo lo que necesitamos. El don que yo no tengo lo tiene mi hermano para ayudarme a mí y viceversa.

Si eres cristiano, habla siempre de la Iglesia con cariño, y si no le tienes cariño tal vez sea porque no la conoces bien. Anímate a volver a ella o a entrar por primera vez. A menudo no haría falta hacer largos viajes para ver a Dios, Jesús te espera en casa, quizá muy cerca de tu calle. Feliz camino a la Pascua.

Gabriel Mourente Cano

14 de marzo – Ante la llamada

Un saludo a todos los que leéis este artículo. Me llamo Juan Carlos, soy seminarista, tengo 24 años y soy de Alcalá de los Gazules. Estoy en el último curso del Seminario San Bartolomé de Cádiz y Ceuta.

¿Qué decir?… Ante todo que soy muy feliz y estoy muy contento de decirle al Señor cada día “serviam”, te serviré, de entregarme a Él queriendo ser fiel a su llamada a la santidad. Me gusta hablarle a los demás de que Dios nos quiere santos, a ti y a mí, y nos ha llamado a esto desde el bautismo. Por eso, no podemos hablar del seminario y de la vocación sacerdotal sin pensar que antes debemos preparar el corazón y el alma para vivir muy unidos al Señor.

Me dirijo especialmente a los jóvenes, quienes aún estáis comenzando esta andadura en el camino de la vocación. Os animo a ser valientes para cumplir la voluntad de Dios y a no reservaros nada para vosotros, pues Él se compromete a darnos su gracia y a llevar a buen puerto toda obra que empieza en nosotros. Aún recuerdo cuando decidí definitivamente ser sacerdote e ingresar en el seminario, tras la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid en 2011. Allí pude contemplar el Amor que Dios sigue derramando en su Iglesia y la riqueza que es ser cristiano. Con el deseo de que nuestra joven generación avive y renueve la vida de la Iglesia con la misma fuerza que impulsó a los Apóstoles me despido y pido vuestra oración para que nos sostenga en la entrega de la vida diaria.

Juan Carlos Ruiz Pizarro

13 de marzo – La campaña del Seminario

Como cada año, cuando se aproxima la festividad de San José, los seminaristas de nuestras diócesis, abandonamos nuestra rutina durante dos fines de semanas, para dar a conocer qué es la vocación. La vocación suele ser una palabra que se atribuye a los sacerdotes y religiosos, pero no esto no es algo exclusivo de estas personas, sino que cada uno de nosotros poseemos una vocación, la cual ha sido regalada por Dios.

Para dar a conocer qué es la vocación, voy a explicar cómo fue el proceso mediante el cual yo iba discerniendo cuál era la mía, es decir, mientras descubría que era lo que Dios quería de mí. Yo fui conociendo mi vocación, mediante un período muy largo. Cuando yo tenía doce años, comencé a ayudar en el altar como monaguillo. Poco a poco, comencé a aumentar mi formación cristiana, mediante catequesis, retiros, etc. Pero jamás me plantee cuál era mi vocación.

Cuando me planteo esto, me hago la pregunta que solemos hacernos normalmente, ¿qué quiero ser de mayor?,¿a qué quiero dedicarme en un futuro? Poco a poco intentada dar respuestas a estas preguntas. En un primer momento, quería ser trabajador social, pero con el paso del tiempo, veía que esto tampoco me convencía mucho, entonces me hice una pregunta que me recomendó un sacerdote, ¿qué es lo que quiere Dios de mí? Con esta pregunta descubrí que el Señor me llamaba a una entrega total e incondicional, y decidí aceptar la vocación sacerdotal que me ha regalado el señor.

Para acabar de exponer que es la vocación sacerdotal, me despido con unas palabras del Papa Benedicto XVI: sacerdote vive una vida de sencillez, castidad y servicio humilde, que estimula a los demás con el ejemplo.

Alejandro Viso Sierra

12 de marzo – La vocación

¡Qué felicidad tan grande se vive al conocer y seguir la voluntad del Señor en nuestras vidas!

Hoy en día nos dejamos llevar por lo que nos marca la sociedad como camino a la felicidad, nos preguntamos: ¿Qué estudios o puesto de trabajo será el mejor? ¿Qué puedo comprar para sentirme más a gusto o para poder tener un status social mayor? ¿Cómo incluso, tengo que pasar de todo para no tener problemas y así estar más tranquilo?

Siempre nos hacemos estas preguntas mirando lo que queremos nosotros, lo que creemos que queremos, pero pocas veces le preguntamos a Jesús, ¿Qué quieres tú de mi Señor? ¿A qué me has llamado? ¿Cuál es tu voluntad?

Porque Jesús también debe jugar un papel importante en cada decisión de nuestra vida… Porque Él nos conoce mejor que nadie, Él sabe que es lo mejor para nosotros, Él conoce la manera en qué vamos a llegar a ser plenamente felices.

Y Él responde a nuestras preguntas, no tengamos miedo a decir SÍ como Maria, a contestar SI al Señor, SÍ a que Él lleve las riendas de nuestra vida, SÍ a llevar a cabo su voluntad, SÍ a dar un paso hacia la vocación a la que Él nos llama, SÍ a la felicidad que nos regala

Antonio Vázquez, seminarista de primer curso.


MATERIALES

Vídeo «Cuando Dios llama»

Reflexiones de varios de nuestros seminaristas, alguno de ellos ya sacerdote.

Oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas

Señor Nuestro Jesucristo, Tú dijiste a tus Apóstoles: «la mies es mucha pero los obreros pocos; rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su campo». Humildemente te suplicamos que envíes a tu Iglesia numerosas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Te lo pedimos por la intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, y por la de nuestros Santos Patronos y Protectores, que con su vida y merecimientos santificaron nuestro suelo. Amén.

(Fuente: http://www.vidasacerdotal.org)

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