El mensaje y el lenguaje de la Nueva Evangelización

Raúl Berzosa

Dios no es mudo

Bilbao, Desclée de Brouwer

En más de una ocasión he expresado mi convicción de que, para transmitir los mensajes destinados a la “Nueva Evangelización”, hemos de seleccionar adecuadamente no solo los contenidos, sino también el lenguaje. Para lograr que los destinatarios escuchen, atiendan, entiendan, comprendan y acepten nuestras propuestas, es indispensable que conozcan el significado de las palabras y, por supuesto, es necesario que tratemos los asuntos relacionándolos con las cuestiones que les preocupan y con los temas que les interesan. Este es el caso del libro Dios no es mudo, escrito en el género epistolar que, como es sabido, es el vehículo más comprensible y el procedimiento más directo para conectar con los lectores y para responder a sus preguntas.

Raúl Berzosa, filósofo, teólogo y especialista en comunicación, se dirige personalmente a Teófilo o sea, a Juan, a Antonio, a Alfonso, etc. y a ti y a mí, a los que nos considera amigos, para hablarnos de sus cosas y de las nuestras: nos cuenta, derrochando confianza, algunos datos de su vida y nos revela las claves hondas de sus convicciones cristianas. Nos explica, por ejemplo, cómo él ha redescubierto la importancia vital de la fe leyendo la obra teológica de Henri de Lubac, aquel jesuita francés que tanto influyó en el Concilio Vaticano II. Nos responde con detalle y con claridad a esa pregunta que algunos de nosotros nos hemos hecho: cómo hablar de Dios después de conocer las teorías de Darwin sobre la evolución, sobre el origen del mundo, de la vida y del hombre.

A mí me ha llamado especialmente la atención su manera seria, profunda y clara de abordar unas teorías científicas y unas propuestas filosóficas cuyos enunciados nos parecen tan enigmáticos simplemente porque no nos hemos tomado la molestia de intentar descifrarlos y comprenderlos. Y también me ha interesado su relectura “sapiencial” de los relatos de la creación del libro del Génesis, completada con sus referencias a la Teología cristiana actual. En mi opinión, resulta especialmente práctico, sobre todo para los agentes de pastoral, la manera categórica con la que confiesa a Teófilo -a nosotros- que “La Nueva Evangelización necesita testigos y comunidades para anunciar la fe; y estos a su vez, necesitan conocer `desde dentro´ las claves culturales de su tiempo y, también, los ambientes en los que pretenden hacernos callar o simplemente nos ignoran”. Me ha sorprendido su detallada afirmación de que “Dios no es mudo, ni peligroso, ni espejismo” porque, además de proporcionarnos principios, criterios y pautas para hablar de Él en los nuevos ateísmos, nos dibuja unas líneas claras que nos pueden orientar en el proceso de evangelizar “comunicándonos” en un nuevo contexto antropológico y cultural, y en una nueva cultura mediática.

Este libro nos proporciona un caudal de ideas y de propuestas válidas para alimentar nuestra fe y para dialogar con aquellos conciudadanos que, por desconocimiento o por prejuicios, están alejados de la Iglesia. El asunto central es, a mi juicio, la reflexión seria sobre Jesucristo como núcleo del cristianismo, como asunto del diálogo interreligioso y como contenido de los discursos de la Nueva Evangelización. Tras leer este libro he llegado también a la conclusión de que, para evangelizar es necesario, entre otras cosas, bajar escalones, acercarnos, mezclarnos, estrechar lazos y tratar de comprendernos mutuamente, y, para eso, es indispensable que miremos positivamente a la vida, al mundo y, sobre todo, a las personas con el fin de contagiarles nuestras ganas de vivir plena e intensamente.

 

José Antonio Hernández Guerrero

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