No hay amor verdadero sin fidelidad

Jorge Miras

Fidelidad a Dios

Madrid, Rialp

En estos tiempos de cambios continuos, vertiginosos y profundos, de ideas, de valores, de actitudes y de comportamientos, es necesario -urgente- que, con serenidad y con sinceridad, nos preguntemos sobre la importancia de la fidelidad, y, con seriedad, tratemos de respondernos. Asumiendo el hecho de que los hábitos de conductas convencionales desaparecen de un día para otro y, sobre todo, que algunas pautas sociales, costumbres familiares y hasta ritos religiosos pasan al olvido de manera continua, deberíamos plantear la cuestión fundamental que proporciona solidez y seguridad a la vida humana: ¿todo debe y puede cambiar sin que se hunda el bienestar personal, la convivencia familiar, la solidaridad social y hasta la paz mundial?

Este libro, escrito por el sacerdote ceutí Jorge Miras, plantea, de manera rigurosa, detallada y clara, esta cuestión tan actual situándose en perspectivas diferentes y complementarias: la humana y la cristiana, y la individual y la eclesial. El punto de partida de sus detallados análisis se los ofrecen las consideraciones de San Juan Pablo II sobre la fidelidad de María: la búsqueda del sentido profundo de designio de Dios, la acogida generosa y la aceptación confiada de su voluntad, la coherencia entre las actitudes fundamentales y los comportamientos cotidianos y, finalmente, la constancia alegre, la perseverancia generosa en los compromisos adquiridos.

En mi opinión, uno de los aciertos de esta minuciosa y oportuna reflexión es la fundamentación teológica tomada de las palabras que el papa Benedicto XVI dirigió en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid el año 2011: Dios nos ama. Esta es la gran verdad de nuestra vida y la que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o de la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios”. A partir de este principio fundamental Jorge Miras nos explica con detalle cómo la Vocación con mayúsculas a la vida y a la fe no es un añadido a la persona, y cómo el bautismo es la primera semilla de las diversas vocaciones.

En sucesivos capítulos desarrolla los rasgos característicos de la segunda dimensión de la fidelidad a la vocación: la acogida y la aceptación de la llamada, la coherencia de quien decide vivir de acuerdo con lo que cree y, finalmente, la constancia como dimensión temporal de la fidelidad en el tiempo. Su conclusión coincide inevitablemente con el punto de partida: “Para nosotros, seres humanos en el ritmo del tiempo, no hay amor verdadero sin fidelidad”.  A mi juicio, la escasa valoración y el deterioro práctico de la fidelidad tienen como inevitable consecuencia el empobrecimiento de nuestra existencia humana.

José Antonio Hernández Guerrero

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