Mons. Zornoza: «Afrontar la realidad tal como se presenta, también nos abre a la esperanza»

Mons. Rafael Zornoza ha dirigido una carta a los sacerdotes de la diócesis con motivo del inicio del tiempo de Cuaresma. En ella, invita a meditar y transmitir el mensaje del Papa Francisco, que nos insta a fortalecer la fe, la esperanza y la caridad.

El obispo diocesano ha querido agradecer el esfuerzo de todo el clero diocesano en estos momentos duros de la pandemia, en el que los sacerdotes han tenido que reinventarse y adaptarse a esta situación para seguir ejerciendo su ministerio pastoral. Mons. Zornoza ha mostrado su preocupación por todos aquellos sacerdotes que han enfermado a causa de la Covid-19, «quedando en nuestra memoria y oración los compañeros fallecidos».

El prelado afirma en su carta que «al iniciar la Cuaresma entramos en un tiempo intenso de renovación espiritual y de verdadera conversión». Asimismo, ante los difíciles momentos que atraviesa la sociedad, asegura que «afrontar la realidad tal como se presenta, también nos abre a la esperanza».

Por otro lado, ha dedicado unas líneas a las hermandades y cofradías, de las que ha destacado su buena disposición para colaborar, adaptándose también a las circunstancias derivadas de la pandemia. De la misma manera, Mons. Zornoza aboga por seguir utilizando los recursos informáticos y telemáticos para cuidar la liturgia, haciéndola llegar a todos los fieles.

Por último, el obispo de Cádiz y Ceuta lanza un mensaje de esperanza, viviendo unidos, con coherencia y solidaridad, teniendo muy presente «el testimonio de la caridad, de una Iglesia hogar, una familia solícita por cuidar de todos, especialmente a los que sufren, enfermos, desvalidos o empobrecidos».

 

CARTA A LOS SACERDOTES AL INICIAR LA CUARESMA

Cádiz, 17 de febrero de 2021

 

Queridos sacerdotes:

He esperado el comienzo de la cuaresma para dirigirme de nuevo a vosotros. Quiero agradeceros una vez más vuestra solicitud por todos y la fidelidad en el ministerio, en este tiempo difícil de pandemia que nos obliga constantemente a improvisar, innovar, y a atender las necesidades de todos según se presentan. Me satisface igualmente comprobar el cuidado con que se cumplen las normas oficiales y se aplican las medidas de seguridad, que contribuye a que las iglesias sean tenidas por lugares seguros donde se puede acudir con tranquilidad.

Estoy al tanto de las dificultades particulares y en permanente comunicación con vosotros, además de bien informado por los arciprestes, y lamento mucho las penalidades de los que han enfermado que, gracias a Dios, están ya mucho mejor. Quedan en nuestra memoria y oración los compañeros fallecidos, con el deseo de que estén gozando de la presencia de Dios. Espero que acaben pronto los confinamientos y demás restricciones y que se normalice en lo posible la vida social y pastoral.

Al iniciar la cuaresma entramos en un tiempo intenso de renovación espiritual y de verdadera conversión. Nos adentraremos en el misterio del amor de Dios y en los acontecimientos centrales de nuestra fe. Aunque los vientos del mundo sean adversos, no podemos olvidar que la debilidad que experimenta la sociedad, tan vulnerable ante el sufrimiento y la muerte por el virus, ha puesto en cuestión el mito moderno de la omnipotencia del hombre y la utopía del paraíso en la tierra. Afrontar la realidad tal como se presenta, también nos abre a la esperanza. Hemos sido creados para Dios, y volver al amor primero para hacer nuestro el compromiso bautismal con coherencia puede ser la mejor respuesta a los heridos por la crisis interior que ha provocado en muchos la pandemia y el anhelado bálsamo en su aflicción. Dios nos muestra siempre el camino a seguir y tiende la mano para ayudarnos a caminar. Estamos comprobando también que el sufrimiento y temor acumulados en estos meses tan difíciles son una auténtica purificación y han movilizado a mucha gente a buscar de nuevo a Dios. La Cruz es camino para la luz. Os invito a meditar y transmitir el mensaje del Papa Francisco, que nos invita muy oportunamente a fortalecer la fe, esperanza y caridad. Esto sirve para los fieles, pero también para nosotros mismos.

Cuidemos especialmente la liturgia, procurando que llegue a todos, aunque sea por los medios informáticos acostumbrados, ayudados por los subsidios prácticos que se os han enviado; también los cultos y actos de  piedad como el Via Crucis y meditaciones; igualmente las Conferencias Cuaresmales, tan apreciadas siempre, que hacen tanto bien. Compruebo además la buena disposición de las hermandades y cofradías para colaborar adaptándose a esta situación. Veo que en muchos casos son un gran apoyo en la actividad parroquial.

Espero que hagáis el esfuerzo necesario para aprovechar estos medios también para provecho personal, intensificando la oración personal y los caminos habituales de santificación. Nuestro propósito es mantener las actividades previstas en el calendario pastoral, incluido el próximo encuentro sacerdotal y la Misa Crismal. También los ejercicios espirituales, que necesariamente se han debido aplazar. En cualquier caso, seguiremos atentos para dar respuesta a las circunstancias nuevas que se presenten. El mundo espera de nosotros un testimonio gozoso y una palabra profética, es decir, romper el cerco de nuestro abatimiento, sin esperar un mundo ideal, una comunidad ideal, un discípulo ideal para vivir o para evangelizar, sino hacer posible en nuestra circunstancia que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús, empezando por nosotros mismos. Nada mejor para ello que sumergirnos en la Iglesia de todos los días y vivir una fuerte vida espiritual en el trato con Jesucristo, la escucha del Evangelio, la confesión sacramental y la celebración de la Eucaristía.

Oremos por todos, fortaleciéndonos entre nosotros. Vivamos unidos, con coherencia y solidaridad, siendo signo de fraternidad, siempre en camino, avanzando. Nuestra sociedad necesita más que nunca el testimonio de la caridad, de una Iglesia hogar, una familia solícita por cuidar a todos, especialmente a los que sufren, enfermos, desvalidos o empobrecidos. La atención a los pobres ilumina la práctica del ayuno y la bondad de la limosna que no puede faltar, pues, desprendiéndonos voluntariamente de los bienes, nos dispone a compartir lo nuestro con los necesitados, nos educa en la austeridad y predispone para las obras de misericordia.

A todos deseo una cuaresma que fortalezca y ensanche nuestra fe. Os encomiendo a todos en mi oración.

Un fraternal abrazo y mi bendición

+ Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta

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