Mes del Seminario: testimonio de José Luis Andrade, seminarista de segundo curso

Siempre hacia lo que me apetecía, no tuve ningún problema en dejar los estudios, siempre enfadado, nunca satisfecho con lo que tenía (mis pobres abuelos tuvieron que aguantar todo eso) el divorcio de mis padres a la larga me hizo mucho daño. Ahora desde que entré en el seminario esa situación ha ido cambiando. Pude retomar los estudios e incluso cogerle gusto, intento mantener un orden diario que me ayude a vivir en convivencia con los que considero hoy en día familia y gracias al Seminario pude iniciar un proceso de sanación y liberación interior para responder al Señor con libertad y sinceridad. 

José Luis Andrade (San Fernando) tiene 23 años y cursa el segundo año de estudios teológicos en el Seminario Conciliar de San Bartolomé. Para José Luis la llamada de Cristo a seguirle como sacerdote siempre estuvo presente en su vida, aunque reconoce que «el Señor tuvo que ir a por mi en varias ocasiones».

Discernimiento Vocacional

Hay dos momentos especialmente importantes. El primero ocurrió en mis inicios en la Iglesia donde el ejemplo de un sacerdote me interpelaba y me cuestionaba a buscar al Señor, a no conformarme y quedarme sentado, sino que me dispusiera a buscar la voluntad de Dios. El segundo momento fue en una época muy mala en mi vida donde mi familia se encontraba rota y yo cargaba con ello. Concretamente sucedió en la Cartuja de Jerez en un encuentro vocacional organizado por nuestro Seminario, donde el Señor salió a mi encuentro de forma inesperada y me ayudó a confiar en Él. Todavía recuerdo la euforia que ese encuentro me ocasionó, porque Cristo realmente existe y me quiere. Eso sin duda fue el motivo para que retomara el discernimiento vocacional. un año después, acompañado por mi párroco y mi director espiritual pedía la admisión al Seminario.

El Seminario

Lo que más me cuesta en el seminario es vivir la obediencia y es lo que me ha supuesto mayor combate, ver la voluntad de Dios en los superiores no siempre es fácil, aun que el Señor me ayuda con su Gracia. En esto me ayuda mucho la dirección espiritual. También estoy aprendiendo a través de la oración a dejar en las manos del Señor aquello que no entiendo o que aún me resisto.

Su familia y amigos

A mi familia le costó al principio dejarme marchar al seminario, especialmente a mi madre que no entendía nada de lo que pasaba e incluso en varias ocasiones intento convencerme de dejarlo. Lo más sorprendente fue la reacción de mi abuela que me abrazó y me dijo que no me preocupara que ella ya lo sabía, solo esperaba a que yo se lo contara. Ese momento nunca se me va a olvidar. Ella fue la que convenció a mi abuelo y los dos me acompañaron al Seminario. Mi madre también me apoya y me anima.

Su oración

La oración es lo que marca el ritmo en el Seminario junto al estudio y la pastoral. En el día a día hay un orden marcado siempre por una campana y los viernes son los días reservados a la pastoral en las parroquias que tenemos asignadas. La Pastoral nos ayuda conocer durante el año la realidad de las parroquias y prepararnos iniciarnos en llevar a las personas a Dios. algunos momentos el ritmo del Seminario se vuelve un poco frenético por los exámenes y las distintas tareas que van surgiendo, pero son también esas situaciones donde uno ve más la actuación de la Gracia. La oración junto al estudio y la caridad pienso que es lo más importante de mi vida vocacional, el seminario al tener en el día marcados los momentos de oración, nos facilita el poder estar un rato largo en el que poder acompañar a Jesús en el Sagrario, leer y escrutar las Escrituras. La verdad que, sin esos momentos no sabría qué hacer.

Pido al Señor que me siga acompañando en este camino y que la Iglesia nunca me suelte de la mano y me apoye con sus oraciones.

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