La Castrense celebra la Dedicación del templo y la bendición de su nuevo altar

El pasado sábado 29 de abril se vivió un momento único e histórico en la Real Parroquia Castrense del Santo Ángel Custodio de Cádiz, la Dedicación del templo y bendición del nuevo altar tras las profundas obras de rehabilitación. Tras casi siete años del inicio de las obras y todas las vicisitudes ocurridas, los feligreses del Santo Ángel pudieron asistir a la consagración de la parroquia al culto a Dios, que fue presidida por Monseñor D. Juan Antonio Aznárez, arzobispo Castrense de España.

Fue a las 11 de la mañana cuando el señor Arzobispo entraba por las puertas del templo, donde visitó cada uno de los altares. Los hermanos de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de la Victoria lo esperaban, en esta su primera visita, para ofrecerle firmar en el libro de honor de la Cofradía ante sus sagrados Titulares, dando la bendición a los cofrades y poniéndolos bajo la protección del Cristo de la Expiración y su Madre de la Victoria. Desde una hora antes de la ceremonia se fueron congregando todos los invitados y los feligreses que lucían sus mejores galas.

A las doce del mediodía comenzaba la Solemne ceremonia de dedicación con la procesión de entrada con los seminaristas, diáconos y sacerdotes diocesanos y castrenses que acompañaron en el acto. Presidiendo el altar, junto al arzobispo castrense, se encontraba Monseñor D. Rafael Zornoza, obispo de Cádiz y Ceuta, y el Rvdo. P. D. César Sarmiento, párroco del Santo Ángel.

El rito de la dedicación dio comienzo con la letanía de los santos, invocando la intercesión de la Iglesia triunfante por la parroquia. Acto seguido el arzobispo, colocó en el altar el cofre con las reliquias de San Pedro Poveda Castroverde, presbítero y mártir. Con la introducción de la reliquia en la mesa de altar se expresa que todos los que han sido bautizados en la muerte de Cristo, y especialmente los que han derramado su sangre en su nombre, participan de la pasión del Señor.

Seguidamente, se dio comienzo a la unción del altar con el crisma, así como las cruces dispuestas por el templo. El altar, con la unción del crisma, se convierte en símbolo de Cristo y la unción en las cruces muestra el carácter sagrado y alejado de cualquier acto profano. Tras ello, se procedió a la quema del incienso sobre el altar para significar que el sacrificio de Cristo, que se perpetúa allí sacramentalmente, sube hasta Dios como suave aroma y también al Pueblo de Dios, las naves del templo y las cruces de piedra consagradas para expresar que las oraciones de los fieles llegan agradables y propiciatorias hasta el trono de Dios.

El revestimiento del altar fue encomendado a dos de las señoras de la parroquia dedicadas al cuidado y confección de los paños sagrados. Indica que el altar cristiano es ara del sacrificio eucarístico y al mismo tiempo la mesa del Señor, alrededor de la cual los sacerdotes y los fieles celebran el memorial de la muerte y resurrección de Cristo. Por ello, como mesa del banquete sacrificial, se viste y adorna festivamente.

Por último, se procedía al encendido de todas las velas del templo, comenzando con la iluminación del altar que nos advierte que Cristo es la “luz para alumbrar a las naciones”, con cuya claridad brilla la Iglesia y por ella toda la familia humana. Una vez preparado el altar, el arzobispo celebró la Santa Misa, fin para el cual el altar ha sido construido y consagrado.

Concluída la ceremonia, fue el arzobispo el que procedió a reservar a Jesús Sacramentado por primera vez en el sagrario, quedando así bendecido el altar sacramental. Para finalizar, procedió a dar las gracias a la numerosa representación militar y civil, al señor obispo de Cádiz y Ceuta, a los numerosos fieles que se congregaron, a los cofrades y especialmente tuvo palabras de agradecimiento para el Padre César, concluyendo con la afirmación “tenéis un gran párroco” arrancando el aplauso de todos los congregados en agradecimiento por la labor que ha realizado durante casi trece años, desde su llegada a la ciudad. El arzobispo lució mitra regalo de la parroquia castrense en recuerdo y agradecimiento de este día tan especial.

Finalizado el acto de dedicación, el señor arzobispo fue saludando a todos los grupos parroquiales: cofradías, Cáritas, catequistas, asociación pro-rehabilitación de la parroquia castrense, grupos militares, damas de la Inmaculada, señoras de Santa Bárbara y demás feligreses que se agolpaban para expresar la alegría del momento y la satisfacción de tenerlo en la parroquia. Por último, se le invitó a subir al camarín de Nuestra Señora de los Desamparados, que se ha podido abrir en el primitivo altar del templo. Allí rezó ante los hermanos de la Hermandad a la Virgen Santísima y, como ya dijo en su homilía, animó a ir siempre cogidos de nuestra Madre, la Reina del cielo.

La celebración que se vivió en Cádiz fue motivo de alegría y acción de gracias que seguramente impulsará aún más la labor pastoral y de atención social que ya se desarrolla en la feligresía desde hace años. La iglesia material es símbolo y recordatorio de la Iglesia como cuerpo místico de Cristo: “Sois templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros. El santuario de Dios es sagrado y vosotros sois ese santuario”.

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