Celebración Diocesana – Jornada Mundial del Migrante y Refugiado

Cuando:
27/09/2020 a las 12:00 pm – 1:30 pm
2020-09-27T12:00:00+02:00
2020-09-27T13:30:00+02:00
Donde:
Catedral de Cádiz
Plaza de la Catedral, s/n, 11005 Cádiz
España

«Como Jesucristo, obligados a huir»

JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y REFUGIADO

 

Mensaje del Obispo diocesano

 

27 de septiembre de 2020

 

El domingo 27 de septiembre celebramos la JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DELREFUGIADO. Como sabéis, nuestra diócesis es muy sensible a sus personas, susituación, sus necesidades. En el año 2020 se han atendido 1.233 migrantes de53 nacionalidades; y durante el confinamiento hemos tenido 44 agentesdisponibles – entre técnicos y voluntarios – en varias localidades y hemos atendidoa 536 migrantes, y se ha distribuido cuatro toneladas de alimentos y productosde higiene además de unos 18.000€ para ayudas de las viviendas y otrasnecesidades.

El lema de la Jornada Mundialdel Migrante y del Refugiado este año es: “Como Jesucristo, obligados a huir”.Pone la mirada en los llamados desplazados internos. Dentro de estadenominación se incluye a los millones de hombres, mujeres y niños obligados amigrar dentro de sus propios países por diversas causas: emergenciashumanitarias, conflictos armados, perturbaciones del clima, violenciageneralizada, etc. Como señala el papa Francisco en el Mensaje paraesta Jornada, a menudo el drama de estas personas queda invisibilizado, puestoque ocurre dentro de las propias fronteras, a lo que se suma que en esteúltimo tiempo su situación se ha visto doblemente agravada por la crisismundial causada por la pandemia de la COVID-19.

También en nuestro propio territorio haypersonas inmigrantes que en cierto sentido se ven «obligadas a huir». Huir delsometimiento y la violencia, como las víctimas de trata con fines deexplotación sexual; huir de la precariedad laboral, como el colectivo deempleadas del hogar o los temporeros agrícolas; huir de la intemperie, delolvido, como los menores migrantes, los jóvenes ex tutelados o los solicitantesde asilo. Lo importante para nosotros, en definitiva, es que Jesús estápresente en cada uno de ellos, obligados a huir para salvarse, para recuperarla dignidad que les ha sido arrebatada.

El papa Francisco nos exhorta en el Mensaje dela Jornada de este año a «conocer para comprender», porque eldesplazado, el emigrante, la víctima de la trata, no son números, no son estadísticas,son personas; y si nos encontramos de igual a igual podríamos reconocernos en sushistorias. Podemos comprender, por ejemplo, que la precariedad que hemosexperimentado con sufrimiento a causa de la pandemia es un elemento constanteen la vida de los desplazados; podemos entender también que en el viaje delmigrante y desplazado, en los momentos de despojo y de desierto, hay unverdadero itinerario espiritual, donde muchos de ellos encuentran el rostro deese Dios que camina a su lado, compartiendo sus dolores y alegrías, hastaalcanzar la tierra prometida. Igualmente los que acogen, deben abajarse, hastareconocerse ellos mismos como migrantes, compañeros y hermanos del que llega, ydespojarse de prejuicios para ver su rostro en el rostro del diferente. Así́,juntos, podremos recorrer un camino mutuamente enriquecedor, y así́ es comollegaremos a experimentarnos hijos en el Hijo, Jesús.

El santo padre en su Mensaje invitaa «Hacerse prójimo para servir». En la parábola del buen samaritano, este tuvoque arriesgarse, quitar prejuicios, acercarse y abajarse (Lc 10,33-34). El mismo Jesús en la última cena, de modo similar, lavó los pies alos discípulos, se agachó, haciendo un oficio de esclavo, ensuciándose lasmanos (Jn 13, 1-15), como tantos sanitarios que se arriesgan eneste tiempo de pandemia, como recuerda el papa Francisco.

Hay que escuchar el gemido de los másvulnerables, de los desplazados, del planeta gravemente enfermo. Dios mismoescuchó el grito de súplica de la humanidad a través de los oídos de su Hijo.Hoy son nuestros oídos, los que están llamados a escuchar para poderreconciliarnos con el prójimo, con los descartados, con nosotros mismos y conDios. Debemos ser hogar fraterno para tantas personas desplazadas obligadas ahuir de situaciones de injusticia, violencia o riesgo para sus vidas. Y pedir alos gobernantes que sepan promover leyes que protejan las vidas y la dignidadde las personas más vulnerables de la sociedad. Pero, sobre todo, debemoscuidar a las personas migrantes. Lo ideal sería que sus familias y comunidadesde origen pudiesen ejercer su derecho a permanecer en su propio país, gracias aun desarrollo económico, político y social adecuado.

Para todo ello hace falta orar ycomprometerse, ser sensibles a sus necesidades y derechos, aportar cada uno loque esté en su mano para transformar esta acuciante realidad.

El Secretariado de nuestra diócesis para elcuidado de los migrantes no descansa en este esfuerzo de sensibilización, pero,sobre todo, de atención a cuantos llegan a nuestras costas, que son muchos. Noolvidemos que seguimos siendo frontera. Son innumerables los que desembarcan enellas, generalmente en condiciones desesperadas, necesitados de socorro ytención. Colaboremos con ellos, seamos acogedores, que sientan cerca nuestracaridad. Consigamos entre todos seguir presentes y activos ayudando a cuantosllegan en esta migración de la desesperación para que encuentren la esperanza através de nuestra caridad.

 

+Rafael, Obispo de Cádiz y Ceuta

 

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