«La clausura nos ayuda a apartar los ruidos que no nos dejan clavar la mirada en Dios»

El pasado 30 de noviembre se cumplían 350 años de la fundación del monasterio de Santa María de la Piedad, de las Hermanas Concepcionistas de Cádiz. Por ello, hemos querido hablar con su Superiora, Sor Nieves, para conocer un poco mejor la realidad de esta comunidad en estos tres siglos y medio de historia en la capital gaditana y los actos que han organizado para celebrar esta efeméride.

Se cumplen 350 años de su presencia en Cádiz ¿Como vive la comunidad esta efeméride?

La comunidad lo estamos viviendo con mucha ilusión y responsabilidad de saber que esta gracia no se puede quedar sólo en actos celebrativos sino que nos empuja a que mantengamos viva la llama que un día encendieron nuestras queridas 4 fundadoras en este rincón de nuestra querida ciudad.

Han comenzado un año especial de jubileo por sus más de tres siglos en esta ciudad ¿cuáles van a ser los actos principales?

Este año de Gracia lo comenzamos el 30 de noviembre con una solemne misa de apertura, presidida por nuestro Obispo, Don Rafael Zornoza, dando comienzo, también, a la novena de la Inmaculada Concepción; el día 7 de diciembre pudimos disfrutar de la vigilia de la Inmaculada y el 21 de un estupendo concierto navideño a cargo de la “Escolanía Bravíssimo music lab”.
En enero hemos celebrado el Santísimo nombre de Jesús con una solemne celebración a cargo de la cofradía del Cristo de la Humildad y Paciencia y Ntrª Srª de la Amargura y el 14 el P. David Gutiérrez nos hizo una exposición maravillosa de la Inmaculada en el arte.

En los próximos meses esta previsto que se celebre en nuestra Iglesia el día de la Vida Consagrada, tres triduos, uno a la Virgen de Lourdes, otro a nuestra Madre Fundadora Santa Beatriz de Silva y otro a la titular de nuestro monasterio el 15 de septiembre, otras tres conferencia: “Encuentros de conversión en los Evangelios” a cargo del Rvdo. P. D. Juan Antonio Martín Baro; “Actualidad de la Vida Contemplativa en la Iglesia” a cargo de Rvdo. P. D. Antonio Mª Alcedo Ternero; y “Fundación del Monasterio de Stª Mª de la Piedad, génesis y desarrollo” a cargo de Rvdo. P. D. Luis Palomino Millán.

En mayo tendremos un concierto mariano a cargo del conjunto vocal Virelay y una semana mariana a cargo de la Orden Servita Seglar. En junio podremos tener el gran consuelo de disfrutar, en la Iglesia monástica, de la presencia de nuestra Madre la Virgen del Rosario. Por último nos deleitaremos con una dramatización de la vida de Stª Beatriz y finalizaremos con la Solemne Eucaristía de conclusión del Año de Gracia y comienzo de la Novena de la Inmaculada Concepción.

Como destacar queremos decir y agradecer el año de Gracia que nos ha concedido Don Rafael, es para nosotras y todas aquellas personas que lo deseen una oportunidad estupenda para ganar las indulgencias de este año.

¿Cómo valora la presencia religiosa femenina en nuestra diócesis?

La presencia de las religiosas de vida activa en nuestra diócesis es estupenda e imprescindible, están haciendo una labor muy importante. Con respecto a nosotras, las contemplativas, siempre estamos ahí a la retaguardia pidiendo por toda la diócesis y por el mundo entero. A Cádiz lo llevamos en el corazón y en nuestra plegaria a Dios.

¿Cómo vive la comunidad hoy día?

Vivimos con la misma ilusión de consagradas que nuestras antepasadas. Nuestro carisma mariano contemplativo nos mueve a que cada día es una oportunidad estupenda para darnos y entregarnos a Dios, y así las tareas diarias y los ratos de oración nos van ayudando a crecer más y más en nuestra vivencia de la fe cristiana.

¿Cómo llegan las hermanas Concepcionistas a Cádiz?

La ciudad de Cádiz comenzó a cambiar su fisonomía urbanística a partir del siglo XVI. Dicho cambio tuvo lugar cuando el viejo castillo y la villa medieval comenzaron a ser sombra del pasado gracias a la aparición de dos arrabales: el de Santa María, al Este y el de Santiago al Oeste. Y en medio de ambos comenzó a surgir la Plaza de la Corredera (actual San Juan de Dios) como centro neurálgico de la ciudad.

El siglo XVII significó para la ciudad un importante crecimiento demográfico y urbanístico. Apareció una tupida red de calles y edificios que tendrán como guía dos arterias: una que será la Calle Nueva que se prolongará hasta el convento de San Francisco cubriendo la zona comprendida entre ésta y el Baluarte de San Felipe para llegar al Campo de la Xara (Plaza de San Antonio); y la segunda, que partiría desde el Barrio de Santiago para culminar en el mismo punto, pero en dirección Sur.

La fundación del Convento de Religiosas Descalzas de la Concepción con el Título de Stª Mª de la Piedad, está encuadrada en la primera arteria, pues el fundador, D. Gerónimo Fernández de Villanueva, Canónigo de la Sta. Iglesia Catedral de Cádiz, hijo de D. Jorge Fernández de Villanueva, Caballero de Santiago y Contador de Su Majestad en la Corte de Lisboa y de Dña. Isabel de Villanueva, poseía unas casas propias situadas en la calle de La Candelaria, y que daban de parte a parte en la calle de Las Comedias, siendo un espacio muy amplio para acoger a una treintena de religiosas.

Queriendo emplearla en algo que sirviera para la gloria de Dios y bien de su alma, tuvo la feliz idea de fundar un Monasterio donde, como dice en su testamento «Se esté continuamente alabando al Señor y a la Reina de los ángeles María Stma. y Madre del Redentor». Así lo hizo manifiesto al Cabildo de la Ciudad, presentando un escrito el día 16 de octubre de 1642.
Después de superar los varios inconvenientes que se le presentaron y decidido el Fundador a que fuera el Convento de monjas de la Concepción Descalzas, así lo pidió primeramente a la Ciudad de Cádiz que la concedió su licencia el 26 de noviembre de 1642, actuando como diputados los regidores D. Juan de Soto y Avilés, y el Capitán D. Juan de Uarte, después al Reino reunido en Cortes en Madrid el 13 de mayo de 1647 dada ante Pedro de Castro, escribano de dicha junta. A esta licencia de las Cortes siguió la de Felipe IV a través del Consejo Real el 30 de junio de 1647 ante Juan de Otalora Guevara. Después de todas estas licencias necesarias, faltaba la del Obispo de la Diócesis, que entonces era Fr. Francisco Guerra O.F.M. que la concedió con sumo agrado el 24 de octubre de 1648.

Pero D. Jerónimo no llegó a ver cumplido su deseo de fundación, pues falleció el 1 de agosto de 1648, habiendo dejado antes un “poder” para testar, otorgado el 26 de julio del mismo año 1648, a favor de su hermano D. Manuel, y del Sr. D. Juan Beltrán de Munurga dignidad de Tesorero de esta Sta. Iglesia Catedral de Cádiz.

Claras y solicitas eran las disposiciones testamentarias, tendentes a una rápida ejecución. Aunque su muerte fue una gran contrariedad para la puesta en marcha de las obras, al final las llevó a efecto su hijo D. Jerónimo Fernández de Villanueva, Beneficiado de Chiclana a quien también nombró primer patrono del Convento.

Dio para edificar el Convento e Iglesia, unas casas grandes con otras pequeñas, en la calle que va de la plaza Candelaria a la de las Comedias, y otras en la calle que llamaban del Muro Viejo.

Veinte años fueron precisos hasta ver realizadas las obras, y así el año 1668 se entregaba ya para ser ocupado por las monjas, la Iglesia y el Convento.

El patrono D. Jerónimo, de común acuerdo con el Sr. Obispo que en esta fecha lo era Fr. Alonso Vázquez de Toledo O.F.M. hicieron la demanda del personal necesario al Monasterio madrileño de Jesús María y José, vulgo Caballero de Gracia de monjas Concepcionistas Franciscanas y cuna de la Descalcez, reforma que llevó a efecto la Venerable Madre Sor María de S. Pablo.

Fueron designadas como Fundadoras cuatro monjas del citado Convento, Abadesa Sor Juana María de S. Francisco, Vicaria Sor María de S. José, una hermana de obediencia, Sor María Casilda y Sor María de la Santísima Trinidad, novicia. Llegaron a esta Ciudad el día 8 de noviembre de 1668 y se alojaron en el Convento hermano, de Santa María, donde permanecieron hasta ultimar lo necesario para la inauguración del nuevo Convento.

El 29 del mismo mes, se bendijo la Iglesia con toda solemnidad y fueron trasladados los restos del Canónigo Fundador D. Jerónimo Fernández de Villanueva, y fueron depositados en la bóveda principal de la capilla mayor de la Iglesia. El día siguiente, 30 de noviembre de 1668 y acompañadas del Sr. Obispo Fr. Alonso Vázquez O.F.M. del clero y demás autoridades, fueron trasladadas las fundadoras a su nuevo Convento de Sta. Mª de la Piedad. Después de entonar un solemne Te Deum y la Salve a la Virgen Inmaculada, tomaron posesión del Monasterio donde vivieron en vida puramente contemplativa.

La comunidad aumentó en breve tiempo a pesar de la vida austera que llevaban sus moradoras, pues las jóvenes gaditanas enamoradas del Señor Jesús y cobijadas a la sombra de María Inmaculada, fueron pronto el asombro de Cádiz, ganándose el cariño y afecto de todos. Morando en el centro mismo de la ciudad, se compenetraron en los intereses espirituales de todos, hasta el punto de que “podemos decir sin hipérbole — estas son palabras de nuestro historiador Fray Jerónimo de la concepción — que son las niñas de los Ojos de Cádiz.”

¿Ha cambiado mucho la vida en el Monasterio en estos 350 años?

Lo fundamental de nuestra vida y carisma, no ha cambiado, las formas de llevarlas a cabo se han ido adaptando a las nuevas necesidades de los tiempos.

¿Cómo es el día a día?

La vida en el monasterio transcurre dentro de la sencillez y lo cotidiano de la vida, vivido en la presencia de Dios, con su amor y en su amor, buscando cumplir su voluntad en todos los momentos del día. Nuestra principal tarea y ocupación como contemplativas es la oración, tanto comunitaria como personal, ella impregna todos los momentos de la jornada.

La vida litúrgica es central en nuestras comunidades, siendo el eje de todo la celebración gozosa la Eucaristía. La liturgia de la Horas, oración de la iglesia que, unida en un solo corazón, alaba a Dios Trinidad, va santificando las distintas horas del día y llenándolas de una presencia, Cristo, a quien consagramos nuestras vidas en comunión con María que, para la concepcionista, se constituye en Madre, Maestra y Modelo de vida, obligándonos a vivir sus actitudes en el seguimiento de Cristo.

La oración a lo largo de la jornada se hace alabanza, adoración, súplica, intercesión, acción de gracias que presentamos al Padre por su Hijo en el Espíritu, en favor de nuestros hermanos los hombres.

Durante el día, dedicamos también unas horas al trabajo comunitario. Todas nuestras actividades en el monasterio se realizan en un clima de silencio que facilita la escucha del Señor, la oración, el orden, la paz y la unidad de la persona para el encuentro con Dios. Esto no impide para que en nuestras comunidades haya un espacio para la recreación comunitaria, donde las hermanas comparten las alegrías y preocupaciones.

Para una concepcionista la jornada no termina, se prolonga aún durante el descanso de la noche, pues el corazón siempre está en vela, y el descanso se hace alabanza y adoración en unión con Cristo y María.

¿Siguen ustedes la actualidad de lo que pasa el mundo de hoy, más a allá de los muros del monasterio? ¿Qué les preocupa?

Pues claro que sí. A nosotras nos preocupa lo que hace sufrir a la humanidad, nos alegramos con las alegrías y los buenos progresos de la humanidad y nos llenamos de entusiasmo con las esperanzas buenas de la humanidad, todo lo presentamos a Dios, porque estamos convencidas que son los sufrimientos, las alegrías y las esperanzas de la Iglesia. Pero sobre todo que la humanidad viva cada vez más de caras a Dios que es nuestra única fuente de Alegría.

A día de hoy, sigue llamando mucho la atención el tema de la clausura, ¿Cómo le explicaría a usted a una persona de la calle esta decisión? ¿Hasta qué punto pueden tener contacto con el exterior?

Es difícil poderla explicar hoy en día, es una opción que hemos hecho porque un día nos sentimos llamadas no a la clausura, que no es más que un medio para poder vivir nuestro carisma y no un fin, sino a ser toda del Señor a entregarnos a su servicio, a vivir la contemplación que nos mueve a amar y sentirnos amadas, llenas y realizadas.

La clausura nos ayuda a apartar los ruidos que no nos dejan clavar la mirada en Él y, por tanto, nuestro contacto con el exterior es el estrictamente necesario.

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