“Ahora mismo la vida consagrada no enamora a la gente”

Bajo el lema Padre nuestro. La vida consagrada presencia del amor de Dios, el próximo 2 de febrero celebraremos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Por ello, hemos querido hablar con el delegado episcopal para la Vida Consagrada de nuestra diócesis, y recientemente nombrado Visitador de Monasterios, el salesiano José Manuel Pozas.

¿Cuál es la presencia de religiosos y religiosas en nuestra diócesis?

Nuestra diócesis no es ajena a lo que ocurre en toda Europa. En nuestro continente se está produciendo un retroceso en el número de consagrados y consagradas. Durante el 2018 tres comunidades dejaron nuestra diócesis, aunque al mismo tiempo han venido comunidades nuevas. Nos mantenemos estables, pero teniendo en cuenta que la tendencia es a la baja.

En nuestra diócesis hay 374 religiosas de 29 institutos activos, y 55 de vida contemplativa, repartidas en 6 monasterios. En cuanto a religiosos, tenemos 15 comunidades. Tanto ellas como ellos de edad avanzada.

 

¿Cómo está trabajando la Iglesia esta situación?

La preocupación no se pierde. No sólo la Iglesia, sino las distintas instituciones encargadas de la vida consagrada, como CONFER, están trabajando mucho sobre este aspecto.
Los que vivimos en la vida consagrada nos estamos convenciendo más de que la mejor propaganda de lo que es la vida consagrada la tienen que hacer las propias comunidades religiosas.

Ahora mismo la vida consagrada no enamora a la gente. La gente joven sabe que somos personas buenas. A las personas buenas se les aplaude, pero no se va detrás de ellas. Hay que recuperar la belleza de la vida consagrada, y eso depende fundamentalmente de las propias comunidades. Tenemos que dar con la tecla para que esa belleza vuelva y atraiga.

La falta de religiosos y religiosas sin duda es preocupante. Si ahora mismo se dieran de baja todas las religiosas que hay en África en servicio de sanidad, muchos países africanos verían como su sistema sanitario se vendría abajo.

Sin embargo, África y Asia son los lugares en los que más está aumentando la vida consagrada. No sabemos cuál es el problema de Europa.

Pero, al mismo tiempo, vemos resurgir nuevas comunidades con mucho empuje entre los jóvenes…

Las nuevas formas de vida consagrada están teniendo éxito pero todavía, en cuanto a número, no se pueden considerar importantes.

¿Ha cambiado mucho la manera de organización dentro de las comunidades en los últimos años, teniendo en cuenta esa escasez de vocaciones? ¿Cómo se mantiene un convento, un monasterio…?

Hoy día los conventos se sustentan fundamentalmente por sí mismos. Han aumentado mucho los trabajos que se realizan dentro del propio convento y van tirando unos mejor que otros. Sabiendo de este problema, la Conferencia Episcopal Española ha creado un fondo de ayuda para los monasterios de vida contemplativa más necesitados.

Cuando se presenta el problema de comunidades en las que hay dos o tres religiosas mayores llega el momento en el que no hay más remedio que buscar otras comunidades de la misma congregación en las que se puedan incorporar. Por mucho que nos pese cerrar un convento, que hay que decir que no es tarea fácil cerrarlo, debido a la tramitación y autorización que tiene que aprobar la Santa Sede, lo que no se puede hacer es dejar vivir en una situación precaria a estas personas.

La presencia de religiosos y religiosas en la enseñanza es muy importante en nuestra diócesis. ¿Cómo viven este momento en el que existe cierta descristianización?

Sobre todo a las religiosas se les conoce por el letrero que hay en la puerta, “Colegio tal”. Es verdad que institucionalmente nos dedicamos a la enseñanza, pero hay una cantidad de cosas detrás de eso que no tienen nada que ver con la enseñanza y que no se conoce. Los consagrados y consagradas realizan una grandísima labor asistencial, además de la educativa, y creo que deberíamos esforzarnos más por darla a conocer.

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