El marianista Vicente López, declarado Venerable por el Papa Francisco

La Iglesia cuenta con seis nuevos Venerables procedentes de Italia y España, entre ellos está el Siervo de Dios Vicente López, el sacerdote que estuvo destinado 62 años en Cádiz. Falleció en 1990 y el obispo Ceballos abrió la causa de canonización en 2008.

El padre Vicente fue hombre de oración, en profunda unión con el Señor, fue profesor, capellán y confesor apreciado.

Esta decisión del Santo Padre es el paso previo para que pueda ser proclamado beato y posteriormente santo.

 

Biografía

Vicente López de Uralde Lazcano fue un sacerdote de la Compañía de María.

Nació el 22 de enero de 1894 en Vitoria (España) y falleció el 15 de septiembre de 1990 en Cádiz, ciudad del sur de España.

Desde pequeño tuvo claro que su vocación era ser sacerdote, gracias en parte a su formación en el Colegio de la Compañía de María.

El 24 de agosto de 1917, con 23 años, realizó sus votos perpetuos como religioso en una celebración presidida por el entonces Obispo de Vitoria, Mons. Leopoldo Elijo Garay.

Sus primeros pasos dentro de la Compañía de María fueron como profesor en colegios marianistas, a la vez que estudiaba Filosofía y Letras, licenciándose en el año 1921.

Apasionado por el estudio y su vocación, continuó su formación sacerdotal trasladándose de Vitoria al seminario internacional de los Marianistas situado en Suiza. Fue ordenado sacerdote el 29 de marzo de 1925 en la localidad suiza de Fribourg.

A su regreso a España, en 1928 fue destinado a Cádiz, donde permaneció 62 años.Desde un principio se le conoció por tener una fuerte fama de santidad debido a su bondad, abnegación y sencillez.

Según las crónicas de sus superiores y de muchas personas que a lo largo de su vida le trataron, el P. Vicente López de Uralde destacó por “una vida de oración, por su constante humildad y por la gran fecundidad de su sacerdocio, donde destacó especialmente por el sacramento de la Reconciliación”.

Se dedicó especialmente a la confesión al sacramento y pasó largas horas en el confesionario, donde era distinguido por su acogida, por su escucha y por saber transmitir la misericordia. Según recuerdan sus contemporáneos, cuando confesaba estaba “revestido de Buen Pastor, nunca de juez”.

En la ciudad de Cádiz, donde vivió sus últimos años, era muy conocido y querido, recibiendo muchos homenajes, como ser nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad y Medalla de Oro de Cádiz.

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