Renovación Carismática

Presidenta
Sra. Dña. María Cristina Bianchi
Consiliario
Rvdo. Sr. D. Juan Antonio Martín Barrera
Teléfono
956 80 70 18
e-mail
Misión y funciones
Para comprender la renovación en el Espíritu, hay que asomerse a la experiencia de los apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y es también el lugar de donde salen para llevar "hasta los confines de la tierra " el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su vocación de servicio a la Iglesia. La Renovación Carismática no es un movimiento más, es "una corriente de gracia" que renueva en la sociedad actual los dones y carismas de la primera comunidad cristiana. Personas de todas las clases sociales y todas las pobrezas descubren a Cristo no como un Dios lejano que se encarnó un día en la historia, sino como alguien vivo y resucitado que es centro de su vida. La forman grupos de todas la edades y condiciones-casados, solteros, religiosos, jóvenes y mayores-que desean vivir la buena noticia del Evangelio dando al mundo un testimonio de luz y esperanza. La Renovación nos ha permitido descubrir de nuevo esa profundidad del corazón donde Dios vive. Y con ella el asombro de las conversiones personales, el resurgir de la oración, la lectura de la Palabra y la liberación de la alabanza a DIOS. Agradecemos el don precioso de la Efusión del Espíritu, que reaviva en nosotros las gracias que un día recibimos en el bautismo y la confirmación que nos hace vivir la fe que entonces prometimos. Los seminarios de vida en el Espíritu son nuestro modo específico de evangelizar, a lo largo de siete semanas, la trayectoria va del encuentro personal con Jesús, al descubrimiento de la comunidad, para terminar con el compromiso ante la sociedad. Si el Espíritu nos revela a Jesús, hay que proclamar con alegría, con asombro y respeto infinitos que Jesús es el Señor. Este es el fin y el fruto primero de la renovación carismática. Esta es su fuerza: proclamar el Señorío de Cristo. Anunciar que Jesús es el único Señor.

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