Historia

La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

Dentro de su territorio se comprenden la antigua diócesis de Assidonia (Medina Sidonia) y la medieval de Algeciras (lnsula Viridis), pero unida también a la de Cádiz.

Las diócesis de Cádiz y Ceuta son andaluzas pero con factores geográficos históricos singulares como sitio y situación, al paso de todas las invasiones extranjeras, por cruce de caminos que es el estrecho de Gibraltar con los continentes de Europa y África y los mares Mediterráneo y Atlántico.

La vida de los gaditanos y ceutíes y de sus Iglesias ha sido una alternancia de la precariedad y la riqueza, del sufrimiento y la alegría, que les proporcionaron su localización extrema y su fidelidad.

La presencia de comunidades cristianas en los territorios de Cádiz y Ceuta es muy antigua como correspondía a una zona de tránsito de Europa África y viceversa. El obispado asidonense podría ser de época romana, pero solamente hay constancia epigráfica y documental desde finales del siglo VI, en época Visigoda.

Para Ceuta es muy importante la época de dominio bizantino del emperador Justiniano y su general Belisario. Invadida y conquistada la península por los árabes, la vida de los cristianos sometidos se hizo precaria hasta el punto de casi desaparecer las comunidades mozárabes en la época de los almohades.

Alfonso X incorporó Cádiz y otras poblaciones a Castilla, logrando el traslado de la sede asidonense a Medina-Sidonia, que se hizo efectiva en 1267 con la consagración del primer obispo fray Juan Martínez.

Ceuta fue conquistada por el rey de Portugal Juan I en 1415 y Martín V la hizo sede episcopal en 1417. Felipe II, al proclamarse soberano portugués en 1580, la unió a sus reinos, conservándose así después que en 1640 Portugal se separara de España. En 1846 murió el último prelado ceutí; por el Concordato de 1851 se convino la supresión de la diócesis, pero fue encomendada a la de Cádiz, primero como Administración Apostólica y en 1933 como obispado titular unido al gaditano.

El origen del cristianismo, en la diócesis de Cádiz se atribuye, con muchas reservas después de las investigaciones de José Vives, a San Hiscio o Hesiquio, uno de los siete Varones Apostólicos, fundador de la sede de Carteya, hoy campo de ruinas romanas en el fondo de la bahía de Algeciras, en el cortijo del Rocadillo.

Acabadas las persecuciones la sede fue trasladada a un lugar más conveniente del interior, a Asido o Asidonia, la actual Medina Sidonia. De la iglesia visigoda asidonense nos han quedado diversos testimonios que arrancan del siglo VII y que nos han permitido conocer a los obispos Rufino, Pimenio, Teoderacio y Geroncio.

De la iglesia mozárabe de Asidonia tenemos a Miro, Esteban y al último titular, cuyo nombre ignoramos pero, por la crónica del arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada, nos consta que, con otros obispos de Andalucía, se retiró a la Imperial ciudad en 1144 con motivo de la entrada de los almohades.

Alfonso X, el Sabio, continuó la reconquista y restauración cristiana de Andalucía de su padre Fernando III. Pretendió sobre todo asegurar las conquistas del sur de España y realizar los proyectos africanos paternos. Ocupó la mayor parte de la provincia capitana y logró establecer un importante puerto en el Atlántico, como llave del estrecho de Gibraltar, Cádiz.

El arzobispo D. Remondo quería incorporar a su diócesis sevillana todos los territorios conquistados de la parte sur occidental de España. Satisfizo sus deseos con la agregación de Huelva, a cuya conquista había contribuido con sus huestes, pero no con Cádiz y sus aledaños.

Los deseos del rey castellano eran muy distintos: quería crear una sede episcopal en la parte más meridional de la península e isla de Cádiz, lugar escogido para la preparación del “Fecho del mar” o acción en África.

El apoyo prestado en Roma favoreció los planes de Alfonso X, al dar el Papa su a que la sede de la antigua Asido fuera trasladada a Cádiz y establecer el río Guadalete como línea divisoria de los obispados de esta ciudad y de Sevilla.

El arzobispo sevillano, adelantándose a los designios reales, había creado en Cádiz en 1261 el Arcedianato de su nombre. Desde 1263, data de la bula Excelsis de Urbano IV creando la sede, hasta 1267 se suceden los documentos que marcan el cumplimiento de los designios alfonsíes.

La empresa africanista quedó inédita, pero aquí dejo una diócesis y una sede episcopal que, durante la Edad Media, llevó una vida sin relieve particular. Con la conquista de Algeciras por Alfonso XI, los obispos gaditanos agregaron a su título el de Algeciras que ostentaron sus sucesores hasta nuestro siglo.

Durante la segunda mitad del XV y buena parte del XVI la diócesis languidece por la ausencia de sus pastores, dedicados a otros menesteres de más importancia en la corte, en Sevilla o en Roma, engrosando con sus rentas los ingresos de algunos cardenales acumuladores de sedes episcopales antes del Concilio de Trento.

A mediados del XVI se recupera la diócesis gaditana con la presencia de los obispos García de Haro y Antonio Zapata, aunque estuvo amenazada con la invasión de los ingleses reiteradas veces, sobre todo en el desastre de 1596. Cadiz va despertando y crece hasta convertirse, poco a poco, en la sede del monopolio del comercio indiano en 1717 desplazando a Sevilla.

El siglo XVIII fue un auténtico Siglo de Oro para la capital y su diócesis, incluso en el aspecto religioso y eclesiástico, con grandes obispos de personalidad grande y actividad intensa, como Lorenzo Armengual de la Mota, fray Tomás del Valle, fray Juan Bautista Servera y José Escalzo y Miguel.

La memoria del obispo Armengual quedó en la Visita General de la diócesis en 1717 – 1718, en el apoyo para iniciar la construcción de la Catedral nueva en 1722 y en la fundación de la parroquia auxiliar de San Lorenzo de Cádiz, desde los cimientos hasta la torre, inaugurándola y consagrándola en 1729.

A fray Tomás del Valle se le debe la fundación de los Carmelitas Descalzos de Cádiz en 1733, la construcción del Hospital de Mujeres de la capital y el hospital de San José de la Isla de León en 1749 y 1768 respectivamente y las religiosas de la enseñanza de esta vecina población, además de la Iglesia Mayor de San Pedro con otras muchas iglesias y capillas e instituciones benéficas por todo el territorio diocesano, como las parroquias de San Roque, los Barrios y Algeciras.

Al obispo fray Juan Bautista Servera se debe la ampliación de los estudios en el seminario de San Bartolomé con la Filosofía, Teología Dogmática, Disciplina, etc., en 1777 y el traslado del mismo al antiguo Colegio de los Jesuitas, expulsados en 1780. Para la instrucción del pueblo instauró la Congregación de la Doctrina Cristiana en 1778.

D. José Escalzo dió estatutos y un nuevo plan de estudios al Seminario de Cádiz en 1785. Fundó la parroquia de San José (Extramuros), modelo de templo de la Ilustración cristiana, con todas sus dependencias y servicios en 1787 y promovió la construcción de la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Chiclana.

Cadiz y su Obispado experimentaron un siglo XIX de crisis económicas y de revoluciones. La Guerra de la Independencia contra los franceses coincidió con la caída del Antiguo Régimen y la promulgación de la Constitución política de la Monarquía española, la “Pepa”, en Cádiz el 19 de marzo de 1812. En las circunstancias menos propicias se renovaron en 1832 las obras de la Catedral nueva que se abrió al culto en 1838.

En 1873 el Cantón Federal de Fermín Salvochea cerró y derribó varias iglesias. La Restauración de la dinastía borbónica en la persona de Alfonso XII abrió un periodo de tranquilidad. En 1882 se celebraba el Sínodo del obispo D. Jaime Català y Albosa, que renovaba y actualizaba el antiguo Sínodo de D. Antonio Zapata y Cisneros, que estuvo vigente desde 1591.

El prelado D. Vicente Calvo y Valero remodeló y modernizó el edificio de San Bartolomé en 1885 -1890 Y adaptó la formación y estudios de los futuros sacerdotes a los nuevos tiempos. En su pontificado se restauraron los Dominicos y Franciscanos Observantes en Cádiz en 1890 y 1892 respectivamente y se fundaron varias congregaciones religiosas y religiosas.

El siglo XX trajo nuevas crisis económicas para una ciudad y puerto como Cádiz, sin los últimos jalones de las colonias de ultramar (Puerto Rico, Cuba y Filipinas). El obispo D. José María Rancés y Villanueva se destacó por la renovación pastoral, en la predicación, en el empleo de la prensa como medio de difusión de la doctrina católica y en la acción benéfica y social. En 1927 el prelado D. Marcial López Criado fundó la Acción Católica como la mejor participación de los seglares desde su esfera y responsabilidades.

La proclamación de la II República coincidió con el saqueo y quema de iglesias y conventos en 1931, que se repitió en 1936. El Movimiento Nacional con su enfrentamiento con la España Republicana en una larga Guerra Civil de 1936 a 1939, la España de Franco y el llamado “Nacional Catolicismo” marcan una etapa que repercutió en el territorio gaditano de manera especial. La muerte de D. Ramón Pérez Rodríguez, obispo patriarca de las Indias, abrió una prolongada sede vacante hasta 1943, fecha en la que entró D. Tomás Gutiérrez Díez. Obispo celoso y visitador de su diócesis, dejó como recuerdo 11 nuevas parroquias y su figura de anciano venerable, al que la Santa Sede le nombró al obispo coadjutor D. Antonio Añoveros Ataún en 1954.

Añoveros pastoreó la diócesis como titular entre 1964 y 1971 pero en su etapa anterior sería ya el promotor de la adecuación de la iglesia gaditana a la nueva etapa social como partícipe activo del Concilio Vaticano II. Sus preocupaciones fueron el seminario la conciencia social, la alfabetización la vivienda, como se refleja en sus cartas pastorales.

Al final del franquismo y la llegada de la democracia le tocó a D. Antonio Dorado Soto, que gobernaría la diócesis 20 años desde 1973 hasta 1993, cuando fue promovido a la sede de Málaga. Los desvelos de Dorado se centraron, sobre todo, en tareas pastorales como manifiestan el Plan diocesano de Renovación Cristiana iniciado en 1977 y que culminaría en la celebración de la I y II Asamblea Diocesana, la promulgación de las Normas de Pastoral Sacramental, la creación del Movimiento de Profesores Cristianos y la Semanas de la Familia, que continúan celebrándose en la actualidad. Son de destacar sus numerosas cartas pastorales sobre temas tanto generales como particulares del Obispado de Cádiz y Ceuta, y de problemáticas como el paro la falta de vivienda la marginación y la emigración.

A Monseñor Dorado le sucedió D. Antonio Ceballos Atienza nacido en la localidad jiennense de Alcalá la Real en 1935; Obispo de Ciudad Rodrigo en 1988 desde el 10 de diciembre de 1993 fue prelado de la diócesis de Cádiz hasta 2011. Sus numerosas pastorales y homilías es el resultado de su preocupación por resolver los problemas que le plantean como pastor.

Para una mayor y mejor atención de los fieles, Mons. Ceballos Atienza creó tres Vicarios Episcopales de los territorios correspondientes a la zona de la Bahía de Cádiz, Centro y Campo de Gibraltar. El Seminario constituyó otra de sus grandes áreas d acción pastoral, bajo su pontificado se trasladaron a Cádiz de nuevo los estudios de Filosofía y de Teología que se desarrollaban en Sevilla.

Su mayor preocupación fue el retroceso de la práctica religiosa de muchos feligreses. Secundando las orientaciones de Juan Pablo II para el siglo XXI, Monseñor Ceballos promovió el Sínodo Pastoral de la diócesis de Cádiz y Ceuta en el año jubilar 2000. Sínodo que anunciaba ya, tres años antes con una carta de convocatoria fechada el 14 de septiembre de 1997.

Mons. D. Rafael Zornoza Boy tomó posesión de la diócesis de Cádiz y Ceuta el 22 de octubre de 2011, pasando, Mons. Ceballos Atienza a la categoría de Obispo emérito de Cádiz y Ceuta.

Poco después, la celebración del Año de la Fe (2012 – 2013) supuso un impulso a la revitalización diocesana de Cádiz y Ceuta y supuso un inicio de la renovación pastoral y evangelizadora de las diócesis gaditana y ceutí que continúa en el episcopado de Mons. Zornoza.

A través de diferentes iniciativas y de una atención especial a la formación catequética de Iniciación Cristiana, Mons. Zornoza ha apoyado la creación de grupos parroquiales e interparroquiales de profundización y vivencia de la Fe, está impulsando la Pastoral Familiar y de Juventud, ha puesto en marcha la Escuela de Evangelizadores, ha reabierto el Seminario Menor, ha comenzado la Visita Pastoral a la Diócesis y ha puesto el foco además en una intensa y comprometida atención a los más pobres y necesitados.

Desde sus inicios como sacerdote, Mons. Zornoza ha tenido conciencia de la importancia del trabajo pastoral con jóvenes, matrimonios y familias y la pastoral vocacional siendo estos tres ámbitos especialmente reforzados a través de su ministerio episcopal.

En la CEE preside la Comisión Episcopal del Clero, cargo para el que fue elegido el 15 de marzo de 2017. Ha sido miembro de esta Comisión desde el año 2011. Además fue miembro de la Comisión Episcopal para seminarios y Universidades desde 2006 a 2014.

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